por Joan Fumetti
Se
ha dicho que el privilegio es invisible para los que lo tienen. Nuestro viaje a Oaxaca nos ofreció una oportunidad única de analizar nuestras vidas, la fuente
de nuestra información cotidiana, y las políticas de nuestro gobierno a través
de los ojos de los pueblos indígenas, cuya vida diaria se ve afectada por la
nuestra.
Nuestro objetivo era escuchar, reflexionar, y aprender lo que podría significar vivir en solidaridad con las personas que están inmersas en las tradiciones y culturas que - aunque frecuentemente cuestionadas y despreciadas - siguen siendo una fuente vibrante de fuerza y visión compartida.
Nuestro objetivo era escuchar, reflexionar, y aprender lo que podría significar vivir en solidaridad con las personas que están inmersas en las tradiciones y culturas que - aunque frecuentemente cuestionadas y despreciadas - siguen siendo una fuente vibrante de fuerza y visión compartida.
De esta manera, fue apropiado que un grupo de personas de Iowa se aventuraran al lugar donde el maíz fue domesticado. "El aspecto más impresionante de la historia del maíz es lo que nos muestra sobre la capacidad de los agricultores de hace 9.000 años.” (el periódico New York Times: Remarkable Creatures: Seguimiento de la ascendencia de maíz hace 9000 años). Al escuchar a los descendientes de estos ‘pioneros de la genética, empezamos a ver a el maíz con la misma reverencia que ellos le otorgan. El maíz es la vida en Oaxaca, no sólo una mercancía. Durante nuestra delegación nos enteramos de la preocupación que tienen los Oaxaqueños por la pureza y la biodiversidad de las semillas nativas. Ellos tratan de proteger su maíz de la contaminación por el maíz transgénico que se cultiva aquí en Estados Unidos.
Sin importar nuestra postura sobre el sistema alimenticio de los Estados Unidos, fue evidente que las voces que escuchamos tienen que ser parte de la conversación en curso. Una 'talla única' no es una buena política agrícola en un mundo con contextos tan diferentes: contextos culturales, geográficos y regionales. Tenemos que ampliar la conversación para que los intereses corporativos y gubernamentales de los Estados Unidos sean cada vez más sensibles a estas realidades humanas.
Nuestro estudio sobre las raíces de la inmigración nos reveló los efectos devastadores que el TLCAN ha tenido en el sector agropecuario mexicano y que afecta a los campesinos oaxaqueños en particular. La gran mayoría de los productores oaxaqueños cultiva el maíz para el consumo local y la demanda siempre ha sido alta. Cuando el maíz barato estadounidense inundó el mercado mexicano después del TLCAN, los agricultores locales no pudieron competir por una parte del mercado. Las comunidades se fragmentaron cuando los hombres, particularmente, sentían que su única opción para obtener ingresos sostenibles era la migración. Muchos de ellos vienen a los Estados Unidos donde trabajan en nuestro sector agrícola, tan incansablemente como habían trabajado en sus tierras
La hospitalidad acogedora que nos ofrecieron las mujeres de una cooperativa de tejedoras fue conmovedora (tanto en el pueblo como en las casas donde nos alojaron, los hombres estaban notablemente ausentes.) Ellas forman un grupo fuerte y resistente del cual nos enamoramos.
Todo esto nos obliga a compartir la historia real de la migración, y el hecho de que la migración rompe los corazones de las comunidades. La gente, en general, quiere quedarse en casa con sus familias y ganarse la vida a través de un trabajo digno.
Regresamos a casa enriquecidos y con ganas de compartir nuestras reflexiones. Al compartir con otros, esperamos que los lazos que hemos observado y experimentado ayuden a los demás a comprender la importancia de enfrentar el tema de la inmigración y de los sistemas de producción de comida de una manera compasiva y sensata.
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