Wednesday, August 21, 2013

Mi experiencia en una delegación a Oaxaca acerca de las raíces y las realidades de la migración

por Jessica del Villar


Recientemente tuve la oportunidad de ir a una delegación llamada Raíces y Realidades de Migración en Oaxaca, México con dos organizaciones llamadas Acción Permanente por la Paz y Acción Estudiantil con Trabajadores Agrícolas (SAF). El objetivo de este viaje era, como su nombre lo indica, estudiar las causas de la migración y la dura realidad de este problema. Aunque este viaje empezó como una experiencia educativa, para muchos de nosotros los delegados, fue mucho más que eso.

Ser una estudiante mexicano-estadounidense en Duke, sin duda, ha tenido algunos retos. Irme de una comunidad que estaba tan inundada de latinos, donde era una necesidad hablar español, a una comunidad como la de Duke, donde los hispanos son claramente la minoría, fue un shock cultural más grande de lo que podía haberme imaginado. Terminando mi primer año definitivamente estuve cuestionando mi identidad y el papel que jugaba como persona fuera de mi comunidad. Junto con el deseo de estar más educada acerca de los impactos de la reforma migratoria, quise encontrar una manera de conectarme con una cultura de la que me sentía tan aislada en Duke, y esperaba que un viaje a México me ayudara a hacer eso.

Logísticamente hablando, mi visita de diez días a Oaxaca incluyó viajes a diferentes ciudades, una corta estancia con una familia, y varias presentaciones. Comimos comida auténtica mexicana, pasamos nuestras tardes libres en la ciudad, y disfrutamos la cultura tanto como nos fue posible. Unos días después de comenzar nuestro viaje visitamos a un pueblo en las montañas llamado Capulalpam de Méndez. Capulalpam es conocido por su auto-suficiencia y su increíble lucha continua contra las empresas mineras. Capulalpam utiliza su hermoso paisaje para atraer a los turistas y educarlos sobre la presencia del megaproyecto en su pequeña ciudad.

También visitamos a la organización CEDICAM en Nochixtlán, una ciudad en el otro extremo del espectro, que luchaba por la falta de agua, el mal clima, y la dificultad para atraer a la juventud para trabajar en el campo. Ellos utilizan un método de cultivo llamado milpa, que involucra el cultivo de frijoles, calabaza y maíz juntas en la misma área. Por lo que entendí, la siembra de estas semillas en conjunto permite una agricultura más eficiente. Los tres cultivos se ayudan los unos a los otros en el proceso de crecimiento. Este concepto de la milpa también describe una comunidad ideal en la que las personas se ayudan mutuamente a crecer.

Después visitamos la comunidad de Teotitlán del Valle. Hablamos con las mujeres de Vida Nueva, una cooperativa de tejedoras que ganan un precio justo por su trabajo. Durante nuestra visita, pudimos sumergirnos totalmente en la vida diaria de la familia. Cocinamos con nuestras familias, llevamos a los niños a la escuela, y visitamos el mercado local en la mañana.

Personalmente, estos dos días fueron la mejor parte del viaje. Este pequeño pueblo con sus casas simples y pocos caminos pavimentados, me hizo pensar en lo que pudo ser la infancia de mi abuela. No fue sólo una experiencia muy educativa sino también una muy emocional. Desde el uso del mismo jabón de lavar (Zote), a la presencia invariable de Coca Cola, era como si mi abuela estuviera allí conmigo. Poder tener esta experiencia y estar en ese lugar fue… pues... realmente no puedo describir como fue, solo sé que se sentía bien. Fue como si finalmente entendiera algo que yo no había entendido por mucho tiempo. Entendí por qué mi abuela y sus hijos (incluyendo mi mama) habían hecho el peligroso viaje a los Estados Unidos. Entendí por qué todas las mujeres en mi familia eran tan buenas trabajadoras, y por qué se enfocaban tanto en salir adelante y mejorar el futuro de sus familias. Comprendí de dónde venían los pequeños hábitos y dichos de mi abuela, y sentí que todo estaba bien. Esto era lo que yo había ido a buscar. Este sentimiento de que todo estaba bien.

Salir de Teotitlán fue la parte más difícil de este viaje. Yo no sé por qué. Al entrar, yo sabía que mi familia adoptiva tenía que seguir adelante con su vida y que yo tenía que seguir con la mía. No esperaba sentirme tan unida a ellos, ni que les sentiría tanto respeto en tan solo dos días.

Al salir de Teotitlán, visitamos COMI, un refugio de migrantes que ofrece alimento y refugio a los migrantes que viajan al Norte. Aquí hablamos con un miembro de la organización y con un grupo de 8 a 10 inmigrantes de diferentes países de América Latina. Las historias más conmovedoras de estas personas eran las de dos niños que hacían el viaje. Un niño de 11 años y una niña de 8 años que se encontraban en el día 15 de su viaje desde El Salvador a los Estados Unidos. Yo he crecido alrededor de inmigrantes de primera generación durante toda mi vida, pero nunca había encontrado niños tan pequeños que habían hecho el viaje. Las historias de los otros migrantes por supuesto fueron difíciles de escuchar, pero al ver a estos niños sentados allí durante nuestra conversación, sin entender las dificultades que enfrentarían me rompió el corazón.

¿Qué futuro les esperaba a ellos? En primer lugar, su futuro podría llevarlos por dos caminos diferentes. Llegarían a la frontera, o ... no? Si cruzan con éxito a los Estados Unidos, se enfrentarán a un gran shock cultural y una transición muy difícil en la escuela. Además de estas dificultades, seguramente enfrentarán el racismo y la discriminación. Cuando crezcan tal vez no podrán obtener una licencia para manejar, solicitar ayuda financiera, o en general tener las otras oportunidades que otros niños tienen. ¿Por qué deberían verse afectados con un futuro que no eligieron? ¿Por qué deberían sufrir estas consecuencias? Sólo son niños.

No sé.

Estoy segura de que no escribí un montón de cosas acerca de mi experiencias en Oaxaca, y que después de publicar esta reflexión me arrepentiré de no haber escrito de una cosa o la otra, pero en general, esta fue mi experiencia. La gente me pregunta cómo me fue en Oaxaca, pero no es fácil describirlo en un par de frases. Estoy segura que estas líneas no son  lo mejor del mundo, pero espero que al menos les hayan proporcionado una idea de lo que aprendí, y espero que inspire a otros a aprender más acerca de las causas y efectos de la migración.

Mi tiempo en Oaxaca me dió algunas de las experiencias más memorables y educativas de mi vida (hasta ahora) y estoy eternamente agradecida a todas las personas que hicieron posible este viaje.

En una última nota:

Espero que mi familia adoptiva esté bien y que sigan siendo tan felices como lo eran cuando los conocí.

Espero que los dos niños salvadoreños hayan llegado a los Estados Unidos de manera segura. Espero que todavía puedan experimentar algunas de las alegrías que todos los niños deben ser capaces de vivir. Espero que la niña piense en mí el 12 de mayo, nuestro cumpleaños compartido, por que sin duda voy a estar pensando en ella. Y espero que prosperen y no lleguen a ser amargados por su situación como inmigrantes en los Estados Unidos. Espero que no le echen la culpa a su mamá.

Espero que estadounidenses de mente cerrada puedan dejar de ser tan ignorantes y realmente se eduquen a si mismos acerca de la experiencia migratoria.

Y espero que esto haya provocado algún pensamiento en la historia migratoria personal de cada lector y que se hayan dado cuenta de que, sea hace diez años, o cien, todos venimos de alguna parte y ese algún lugar no es aquí.

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