by Amy Truax, WFP Northwest Field Organizer
In the November 6th, 2012 elections, Washingtonians were faced
with a choice on Initiative 502, also known as the "marijuana law."
In an election with record-high 81% voter turnout (largely credited to I-502
and another initiative on the ballot legalizing gay marriage), the law was
passed with 55% of the vote, decriminalizing the production, sale, and
consumption of marijuana within Washington state. Colorado passed a similar
measure in the same election, signifying a possible sea of change in popular
opinion after thirty-plus years of a failed domestic drug war.
There's a lot that I could say about this initiative from my
different perspectives as a Washington state resident, a social justice
activist, an anti-racist white person, and a fiscal progressive. I recently
attended a "think & drink" session at a bar with Alison Holcomb,
the director of the I-502 campaign, and Sean Whitcomb from the Seattle Police
Department, and it's clear that there are still a lot of unanswered questions
around the federal response to the law, taxes, the DUI provision, the 1,000
feet from schools rule for retail outlets, and home-grow operations. It's not
perfect by any means, and I'm curious to see how the questions will play out
over the next year of implementation. But what excites me about the vote is not
only the changing will of the people when it comes to the New
Jim Crow, but also what implications this change could have for the
international drug war and our brothers and sisters suffering from its
consequences in Latin America.
Legalization has been a taboo topic in this area for a long
time. The government has tried all kinds of different strategies to fight its
war on drugs: harsher penalties for users in the U.S., increased military and
police presence in Mexico (resulting in the death of 60,000 civilians during
Felipe Calderon's 6-year term), and aerial fumigations in Colombia. But in this
supposed "drug war", all that's resulted has been a war on
people--usually poor people of color. So what happens if the drugs that we're
all spending so much money being at war against become legal, and we don't need
to arrest the users, processors, or growers? One of the aspects of I-502 that
could potentially make a big difference is that it's not only legal to possess
marijuana, it's legal to grow it as
well (within certain regulations, of course).
In the City of Seattle marijuana use has been a "lowest
priority enforcement" for the police for many years. When I first moved
here from New York I remember being dumbfounded--and delighted!--that if a cop
were to witness one person jaywalking and another smoking a joint in public,
they were legally required to ticket the jaywalker over the joint-smoker. While
that's definitely exciting and makes a difference locally, it doesn't change
anything for anyone else in the supply chain—such as growers or cartels in
Mexico. But when drug production becomes localized and legalized, there's no
need to ship the product from across the globe, for drug runners to smuggle it
in and risk arrest and jail, for gangs to fight violently over the means of
production and distribution networks, or for dealers to assert their territory
in turf wars.
Federal drug legalization is a long way off, even for
marijuana--to say nothing of more controversial drugs like cocaine &
heroine. But voters and politicians across the hemisphere are starting to warm
up to the idea, as evidenced by the Uruguayan president's proposal last summer
to completely legalize and regulate marijuana, and by the votes in Colorado and
Washington in the fall. Whether Obama and the federal government will allow
themselves to stop wasting billions of dollars of taxpayer money on an outdated
and racist drug war remains to be seen.
Un Mar de Cambios en la Opinión Publica frente la
Guerra Domestica contra las Drogas
En las elecciones
del 6 de noviembre de 2012, los residentes del estado de Washington enfrentaban
una decisión sobre la Iniciativa 502, también conocida como la “ley de
marijuana.” En una elección con record de participación electoral del 81% de la
población (acreditada en gran parte a la I-502 y otra iniciativa en la boleta
de la legalización del matrimonio gay),
la ley fue aprobada con 55% de los votos, descriminalizando la producción,
venta, y consumo de marihuana en el estado de Washington. Colorado aprobó una
medida parecida en la misma elección, lo que significa un posible mar de
cambios en la opinión popular después de más de treinta años de una fallida guerra
domestica contra las drogas.
Hay mucho que podría
decir sobre esta iniciativa desde mis diferentes perspectivas como residente
del estado de Washington, una activista por la justicia social, una persona
blanca anti-racista, y una progresista fiscal. Hace poco asistí a una sesión de
“pensar y tomar” en un bar con Alison Holcomb, la directora de la campaña
I-502, y Sean Whitcomb del Departamento de Policía de Seattle, y está claro que
hay todavía muchas preguntas sin respuestas sobre la reacción federal a la ley,
impuestos, la provisión sobre el manejo bajo la influencia de estupefacientes,
la regla de los 300 metros de escuelas para puntos de venta, y operaciones para
cultivar en casa. No es perfecto para nada, y me interesa mucho ver como éstas preguntas
se presentarán durante el próximo año de implementación. Pero lo que me
emociona sobre el voto no es solamente el cambio de la voluntad de la gente cuando
se trata del Nuevo Jim Crow, sino también las implicaciones que éste cambio pueda tener para la guerra
internacional contra las drogas y para nuestros hermanos y hermanas que padecen
sus consecuencias en América Latina.
La legalización
ha sido un tema tabú en éstas partes por mucho tiempo. El gobierno ha intentado
con todo tipo de estrategias diferentes de luchar su guerra contra las drogas:
penas más severas para el consumo de drogas en los EE.UU., el aumento de la presencia
militar y policial en México (lo que resulta en la muerte de 60.000 civiles
durante los seis años de la presidencia de Felipe Calderón) y las fumigaciones
aéreas en Colombia. Pero en esta supuesta “guerra contra las drogas”, el único resultado
ha sido una guerra contra las personas—normalmente personas afros, indígenas o
campesinas. Entonces, ¿qué pasaría si en vez de gastar nuestro dinero en hacer
guerra contra las drogas, se vuelvan legales, y ya no es necesario detener a los
que las consuman, procesan o cultivan? Uno de los aspectos de la I-502 que
podría hacer una gran diferencia es que no sólo sea legal poseer marihuana,
sino también cultivarla (dentro de ciertas normas, por supuesto).
En la ciudad de
Seattle, el consumo de marihuana ha sido un delito de baja prioridad para los
agentes del orden público por muchos años. Cuando me mudé aquí desde Nueva York
recuerdo que estaba muy sorprendida—y feliz!—al descubrir que si un policía
veía a una persona cruzando imprudentemente la calle y a otra fumando un porro
en público, bajo la ley, tenía que dar prioridad a multar a la persona cruzando
la calle. Mientras que esto definitivamente es emocionante y hace una
diferencia a nivel local, no cambia nada para nadie más en la cadena de oferta—tales
como productores o carteles en México.
Pero cuando la producción de drogas se vuelve localizada y legalizada,
no hay la necesidad de enviar el producto del otro lado del mundo, ni para el
trafico de drogas y arriesgar la detención y la cárcel, ni para las bandas
criminales de luchar violentamente sobre los medios de producción y las redes
de distribución, ni para los distribuidores pelear en guerras territoriales.
La legalización de las drogas a nivel federal es un
largo camino por recorrer, aunque sea por la marihuana—por no mencionar drogas más
controvertidas como la cocaína y la heroína. Pero los votantes y políticos de
todo el hemisferio están comenzando a acercarse a la idea, como lo evidenciado
por la propuesta del presidente uruguayo del verano pasado para legalizar por
completo y regular la marihuana, y por los votos en Colorado y Washington en el
otoño. Si Obama y el gobierno federal permitirán dejar de perder miles de millones
de dólares del dinero de los contribuyentes en una guerra contra las drogas
anticuada y racista, está por verse.
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